jueves, 17 de septiembre de 2009

EL RÍO



Va victorioso o sombrío
por su rumbo calle abajo,
siempre siguiendo el atajo
va con tristeza o con brío.
Me gusta observar el río
cuando bordea una loma,
me gusta ver cuando asoma
su cascada cristalina,
agua fresca y matutina
que me impregna de su aroma.

El río sabe correr
porque es veloz e iracundo,
puede ser simple o profundo
si es que lo deja saber.
Sus aguas puedes beber
dulces aguas placenteras,
pero a veces, aunque quieras,
beber de su cuerpo esbelto
puede aparecer revuelto
cuando menos te lo esperas.

El río tiene al pasar
un flujo hacia su vertiente,
corre según la corriente
que lo conduce hacia el mar.
Hasta suele atravesar
los campos y las ciudades;
si llueve, hace sus maldades
creciendo desde su anchura
desbordada compostura
que alberga en sus realidades.

A mi me fascina el río,
me conduce en su altivez
al centro de mi niñez
al valle y al caserío.
Recuerdo el pueblito mío
con su río tan hermoso,
aquel árbol tan frondoso
que se cobijó en su lecho
su sendero mas estrecho
y su afluente caudaloso.

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